Había una vez un héroe. Era un héroe común, lleno de
valentía, arrojo y altruismo, como todos los héroes habidos y por haber. El héroe mantenía a todos a salvo, protegiendo
su mundo de los peligros recurrentes a los que se enfrentaba. No siempre era
fácil y algunas veces perdía algo (un amigo, una batalla, un amor) pero
finalmente se sobreponía y vencía, devolviendo todo a la normalidad. Después de
mil heroicidades, un Gran Mal surgió en el mundo. La oscuridad envolvió el
mundo y sus habitantes se impregnaron de sus sombras. La normalidad se alteró y
se transformó y las cosas dejaron de ser como eran. El Status Quo, que reinaba
el mundo, llamó al héroe y este no se lo pensó dos veces y corrió a derrotar a
ese Gran Mal.
El camino estuvo lleno de trampas y adversidades que el
héroe resolvió sin mucho esfuerzo. Y, finalmente, tuvo cara a cara al gran mal.
Cogió su arma (que podía ser un arma metafórica, puesto que muchos héroes no
tienen espadas o pistolas) y se dispuso a acabar con la oscuridad que había
surgido de la nada. Solo que el Gran Mal, en lugar de luchar, le propuso una
charla. El héroe a punto estuvo de oponerse pero, al final y al cabo, no tenía
nada que perder.
El Gran Mal le preguntó qué motivos tenía para acabar con
él. El héroe respondió que debía derrotar al mal, tal y como hacen los héroes
una y otra vez. “¿Por qué?”, preguntó el Gran Mal. “Para devolver las cosas a
la normalidad”, respondió el héroe. El gran mal sonrió y movió la cabeza (que
podía ser una cabeza metafórica, porque el gran mal podía ser algo que no
tuviese forma humana). El Gran Mal preguntó al héroe que era lo que quería que
no cambiase. ¿Eran las injusticias a las que se veían sometidos los habitantes
del mundo a manos de los poderosos? ¿Las dificultades a las que debían
someterse aquellos que eran diferentes y no encajaban en las definiciones de
normalidad? ¿O quería mantener costumbres y hábitos dañinos para el propio
mundo? El héroe no acabó de entender lo que le decía. Él era un héroe y los
héroes acababan con los Grandes Males del mundo. El Gran Mal rió con ganas. “Es
posible”, concedió, “pero puede que debieras centrarte en los pequeños males
antes”. El Gran Mal pasó a contar
entonces la historia de su origen, en la que en un principio no había sido un
Gran Mal si no, simplemente, una pregunta. O quizás un pequeño cambio. Una
propuesta. Pero el Status Quo, que gobernaba el mundo, reaccionó violentamente
contra ese pequeño y débil cambio y él fue haciéndose más fuerte. Ganando
seguridad en sí mismo. Y, cuando el Status Quo no pudo negarlo ni convertirlo
en un chiste, utilizó el último arma que le quedaba: definirlo como Gran Mal.
Así, de esa forma, los héroes del mundo no tardarían en llegar e intentar
acabar con él.
El héroe empezó a entender lo que el Gran Mal intentaba
explicarle. Pero las definiciones pesaban más que las conversaciones y, al
igual que el Gran Mal seguía siendo un Gran Mal pese a que hubiese empezado
siendo otra cosa, él seguía siendo un héroe. Y tenía un trabajo que hacer. Así
que cercenó la cabeza del Gran Mal y la oscuridad desapareció del mundo una vez
más. La normalidad se restableció y las gentes volvieron a ser desgraciadas por
los motivos adecuados. Y el Status Quo volvió a reinar.
Pero las sombras se habían instalado dentro del propio
héroe. Un pequeño cambio había convertido el corazón del héroe en su hogar y,
quién sabe, puede que en el futuro ese pequeño ser crecería para convertirse en
un Gran Cambio, que gobernaría los corazones de las gentes y derrocaría al
Status Quo de su lugar de poder. Solo el tiempo decidiría si esa historia sería
contada o no.